El misterio que te hechiza: Liuba María Hevia y el tango[1]
Por Olga
Lidia Pérez
‘De ayer
y un sueño son la misma cosa’, dijo Borges, y entonces, me apropio hoy de su
certeza cuando regreso una y otra vez –¿o no parto?- a la noche del pasado 1ro
de septiembre, en el teatro Mella en La Habana, cuando Liuba María Hevia nos atrapó
nuevamente, no ya solo con la magia poderosa y límpida de su voz o de su obra,
sino con su interpretación de casi una veintena de tangos, la mayoría recogidos
en su CD “Naranjo en flor”, y todos, sin dudas, arropados en su pasión por un
género con especial arraigo entre los cubanos.
El
tango, el tango… Declarado por la
UNESCO, precisamente en septiembre, pero del año 2009, como
Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad, el tango y todo su universo, como es
de sobra conocido, no limitan su influencia a la cuenca del río La Plata: su embrujo ha ido
conquistando cultores y admiradores por todos los rincones del planeta. “El
tango ha difundido el espíritu de su comunidad por el mundo entero, adaptándose
a nuevos entornos y al paso del tiempo”, asevera la UNESCO
al describirlo. Y claro está, Cuba, musical y sensible, quedó también hechizada
desde bien temprano. A todo lo largo de la isla surgieron y se multiplicaron
las peñas de tango, los admiradores e imitadores de Gardel o Libertad Lamarque,
los programas especializados en la radio y la difusión de filmes dedicados a
este género y a sus principales cultores.
Y de tal
seducción, se nutrió Liuba María Hevia, como lo hizo de otras raíces más
cercanas, más nuestras –la guajira, la habanera-, y desde sus primeros
conciertos, acompañada ya por su grupo, nunca faltó un tango: a veces “Balada
para un loco” (de Ferrer y Piazzolla), otras “Cambalache” (de Santos Discépolo)
o “Malena” (de Homero Manzi), para solo citar tres de los más reiterados. Es
decir, que la trovadora cubana que es Liuba, nos fue desde siempre anunciando
lo que hoy es certeza hermosísima: el CD “Naranjo en flor”, la primer antología
del tango en nuestro país, nacida además de su persistencia y gracias a la
acogida del sello discográfico La Ceiba,
de la
Oficina del Historiador de la Ciudad.
Un disco fundamental, cuidado hasta el último detalle, que lleva consigo la
pasión y la interpretación tanguera de Liuba, y la poesía intensísima, aguda y
singular de un género que en pleno siglo XXI mantiene su vitalidad tremenda y
su esencia.
—A punto de cumplir 30 años de trabajo
artístico, con más de 10 discos y tras una producción discográfica tan sólida y
trascendente como “Puertas”, que te exigió un ejercicio importante de decantación
a la hora de elegir los temas que lo integrarían, llega ahora “Naranjo en
flor”. ¿Por qué un disco de tangos? ¿Por qué priorizarlo a las numerosas
canciones tuyas que aguardan para ser grabadas?
—Cuando
uno va a hacer arte, tiene que despojarse hasta del amor propio, y sentarse en
la butaca de un teatro para sentirse espectador. Yo creo que había mucha gente
esperando sentarse en esa butaca para escuchar este disco; disco que me debía a
mí en primer lugar, le debía al público, a mi madre, a Ada Elba Pérez, a
los amigos, a muchísimos músicos con los que he trabajado y saben de mi pasión
por la música del sur y en particular por el tango. Pudo haber sido mi primer o
segundo disco, ¿quién sabe? Para mí, demoró mucho, aunque también está tan
lleno de amor y tan maduro su nacimiento, que seguramente llegó en el momento
adecuado, pues en la vida todo tiene su tiempo, su espacio.
Era un
disco que estuvo durante años a punto de hacerse -así como el de Teresita
Fernández-, pero siempre ocurría algo, una incomprensión, una falta de
pasión del receptor que lo podía hacer posible, y teníamos que postergarlo,
hasta que se interesaron en el proyecto la
Oficina del Historiador y su sello La Ceiba, un conjunto de
personas que admiro mucho porque son cazadores de maravillas, de esas que están
ocultas en la ciudad y que hay que sacar a la luz, y tienen esa especie de
misión, no se rigen por lo comercial, como a veces se rigen las discográficas,
que no valoran por ejemplo que la música mexicana -que no es con la que me
identifico yo- y el tango son parte de la cultura de este país, y les debíamos
un disco al tango, como le deben un disco a la música mexicana quienes la
cultivan.
—El tango tuvo en Cuba, desde sus
inicios, una acogida extraordinaria: numerosos imitadores de Gardel, sobre
todo, otros con estilos propios, bailadores, apasionados tangueros… crearon y
mantuvieron en diversas regiones del país las conocidas casas del tango y esas
peñas que acabas de mencionar. Incluso, en 1984 Casa de las Américas organizó el Festival
‘Ayer y hoy el Tango’, “el más grande e importante celebrado en el mundo”,[2]
al que asistieron las más prominentes figuras del tango a nivel mundial. Y
aunque el cubano mantiene una especial comunicación con el tango, su difusión
actual es prácticamente nula. “Naranjo en flor”, entonces, llenará una parte de
ese gran vacío en la producción nacional del género, pero en el mundo, en
América Latina, son numerosísimos y variados los discos de tangos. ¿Cuánto de
riesgo asumes? ¿Cómo concebiste entonces esta producción? ¿Cómo diferenciarla
en el prolífero mundo del tango?
—Cuando me
dispuse a realizar esta producción, lo primero que quise fue hacer el tango
como siempre lo hago en mis conciertos. No asumir poses, no hacer ninguna
transformación, ninguna escenografía que me llevara a buscar una u otra forma
de las que existen o no en el mercado, sino hacerlo como lo siento, a buscar el
tango que tenemos dentro, el que hacemos desde la canción trovadoresca, el que
hace Pedro Luis
Ferrer, el que le gusta tanto a Amaury, el
que hacía Sara,
el que disfrutan tantos trovadores… Muchos de los temas escogidos ya tenían sus
arreglos hechos. El de “Malena”, por ejemplo, de Arnulfo Guerra, a cello y
bajo, fue justamente así, tal cual estaba, al disco, y el de “Cambalache”, el
Guajiro[3]
lo había escrito años atrás y solo se le sumaron unos detalles.
Soy de
las que ve el tango en movimiento, no de las que se acercó buscando el sonido
de un cantante de los que más me han gustado, ¡y muchos me han gustado! Aquí,
como bien tú decías, hubo muchas maneras de hacer el tango, algunos se
disfrazaban, se ponían en medio del calor una bufanda, un sombrero de lado y
cantaban y te hablaban como argentinos en las peñas. Era como un sueño que
tenían, como si vivieran en otro planeta que ni siquiera era Argentina… Era un
tanto caricaturesco, pero nacía del respeto y el amor que tenían por ese género
y su embrujo. Porque el tango tiene un misterio que te hechiza de una forma,
que a mi modo de ver solo lo logran complejos musicales como el suyo o como el
del flamenco… Son músicas volcánicas, que te sacan todo para afuera, y no hay
manera de esconder el alma.
Este
disco es una continuación de mis discos, de los discos de Liuba, donde esa
misma mujer que hace canciones, sin desviar su camino, se detiene un momento
para dedicarle espacio al tango. Ahí están los chelos con los que trabajo, la
forma en que interpreto…, formaciones similares o cercanas a mi mundo, excepto,
por ejemplo, la presencia del bandoneón, muy de Argentina y del género, por
supuesto, pero que para mí era muy importante que estuviera, no en todos los
temas, sino de cómplice, entrando y saliendo como un aire sureño moviéndose en
algunos tracks del disco. Es
decir, me propuse hacer un tango que sin dejar de serlo, fuera un tango a lo
cubano, y no por ponerle instrumentaciones nuestras, percusiones que
arrastraran para acá el ritmo, sino por hacerlo como lo sentimos: libre, aunque
respetando sus esencias, sus melodías. Eso fue lo que hicimos, abordarlos como
si fueran canciones de la trova cubana. Claro, hay otro detalle que puede
marcar lo cubano: la dicción, la manera de expresarnos que tenemos… Y el mayor halago
que he podido recibir de algunos argentinos que lo han escuchado es
precisamente ese: sin dejar de ser tango, es un tango a lo cubano.
—Mencionabas el misterio
hechizador de los complejos del tango y el flamenco, pero el tango une a su
música volcánica, como la acabas de definir, la obligación de pensar, de
detenerte en sus textos que son grandes poemas dichos, digamos, de la manera
más sencilla en la mayoría de los casos, o dramáticamente sencilla en otros.
¿No hay acaso algo que emparenta ese decir del tango con lo mejor de la trova
cubana?
—Exacto.
Sin dudas los tangos son poemas. De hecho en muchos casos se unen escritores,
grandes poetas, como es el caso de Fernando ‘Pino’ Solanas, quien hace junto a
Astor Piazzolla “Vuelvo al sur”, por ejemplo, que es el primer track del disco, o de Horacio Ferrer,
autor de “Chiquilín de Bachín”, también con Piazzolla. Te encuentras muchas
veces dos autores precisamente por eso, porque muchos letristas son poetas,
escritores que se han implicado en este mundo. Sin dudas, tiene un decir muy
propio que difiere de la otra poesía que no está bañada por el tango. Tiene un
desenfreno, tiene un desnudo que va directo a lente visor, con una agudeza, con
un desenfado que no tiene incluso esa otra poesía maravillosa que existe en el
Sur. La escritura de los tangos tiene un algo indescriptible. Tú lees un texto
y dices: “esto puede ser seguramente un tango”. Y así es.
—Más allá de lo
dramático...
—Más
allá de lo dramático, porque es ese contraste el que lo hace tremendo. Por ejemplo,
“Tú, que tímida y fatal, te arreglas el dolor después de sollozar”.[4]
¿Entiendes?
Ese
vuelo mayor que tiene el tango, podrá ser de alguna manera pariente de la
habanera, el bolero, el fado…, pero la poesía del tango es potente, es una
bomba. Desde los tangos primeros de Gardel y Le Pera, desde esa época se están
oyendo cosas despampanantes, y hablan de hechos a veces hasta mundanos,
coloquiales, del día a día, pero tratados de una manera única. ¡Y estamos
hablando a veces de gente que no son siquiera escritores, estamos hablando de
los inicios del tango!
—Algo también muy característico
del tango, que no es usual en otros géneros, es la cantidad de letristas…
—¡No
puedes imaginar la cantidad de letristas…! Aquí mismo, en este disco, ¿cuántos
letristas hay? Muchísimos. Están solamente los casos de Enrique Santos
Discépolo con “Cambalache”, autor de texto y música, de Eladia Blázquez y María
Elena Walsh, excelentes poetas y compositoras, con “A un semejante” y “El
cuarenta y cinco”, y de Osvaldo Montes con su “Niebla del tiempo”. El resto de
los temas tienen todos dos autores, un letrista y un músico.
—Los dieciséis tangos incluidos se
diferencian en época, autores, conceptos y temas. ¿Cómo los seleccionaste entre
tantos que te apasionan?
—Fue
deliciosa y a la vez dolorosa la selección. No quise irme por lo fácil de
elegir lo conocido en Cuba, porque, como se sabe, en una época aquí se conoció
mucho el tango pero hace tiempo que no se divulga, solamente sobrevivieron un
programa que se llama “Hogar del tango”, en la COCO, y alguna que otra peña, y
hubiera sido muy fácil hacer un pacto con la moda o la memoria popular, pero me
parecía una traición desaprovechar esa oportunidad que no han tenido los que se
han dedicado únicamente a este género, y en nombre de ellos, homenajeándolos,
me di a la tarea de hacer una pequeña panorámica de lo que ha ocurrido en estos
años. Un tanto atrevida esta selección porque fue a partir también de mis
gustos, de mis vivencias, pero quise buscar un balance temático y de época, que
diera un movimiento dramatúrgico, emotivo, diferente para crear las curvas en
el disco, como hago en los discos de mis canciones: hablar de la infancia, de
la importancia de la raíz, el hogar, la familia, el desencuentro amoroso, el
recuerdo… Y ahí están entre otras, “La niebla del tiempo” por el recuerdo,
“Malena”, que es un canto al amor; “Sus ojos se cerraron”, un canto a la
muerte; “Chiquilín de Bachín”, el desamparo de muchos niños, tema tratado con
una delicadeza admirable; “Volver”, que aborda el reencuentro; “Cambalache”,
una crítica a la sociedad; “Maquillaje”, canción más irónica; “Los mareados”,
una despedida; “Caserón de tejas”, el recuerdo de la infancia; “Como dos
extraños”, una canción también de ruptura, de mirar las cosas cuando pasa el
tiempo; “El día que me quieras”, un clásico de Gardel, que es un canto de amor,
una canción esperanzadora; y “Naranjo en flor”, un tema que conocí en el año
1993 y que me marcó muchísimo, y siempre supe que tenía que estar en este
disco, y además darle su nombre.
—¿Y por qué “Naranjo en flor” es
el tango que da título al disco?
—Porque
encierra un criterio de dolor, de madurez del dolor, apropiado a mi edad, a mi
tiempo, a mi vida; porque tiene movimiento su nombre, tiene sabor, olor, y lo
siento también muy dulce para levantar el disco, para arroparlo.
—En la dedicatoria hay una parte
muy especial que ratifica esa vocación de homenaje, de reconocimiento a quienes
quedaron posesos por el tango en Cuba: “A Edmundo Daugar quien me abrió las
puertas de La Casa
del Tango de Neptuno; a Diana Ramírez que hasta allí me condujo y me obsequió
una guitarra embrujada de sur; a Bertha Pernas, la Dama del Tango, que
gentilmente me permitió cantar con ella en el documental ‘Sueño Tangos’ y a
Germán Garcil, a quien no pude conocer pero que todavía hoy me estremece con su
‘Balada para un loco’; a todos los cantores que en Cuba se han entregado a este
género que no permite excursiones, sino entrega y desvelo amoroso”.
—Muchos
de ellos pudieron haberse dedicado a cantar boleros, canciones, porque eran
excelentes voces, pero prefirieron no traicionar el género; sintieron que
tenían la misión de cantar tangos y cantaron solamente tangos, sin que nunca
pudieran hacer un disco. Llevaban el tango dentro y no pudieron sacarlo
totalmente, por eso para mí era una responsabilidad mayor hacer este disco. Yo
tenía la misión de elegir, de ser cuidadosa en la elección, por ellos, sobre
todo, porque además han sido celosos con sus repertorios.
—Te referiste anteriormente a los
arreglos del disco, pero, ¿cómo los concebiste y cómo lograste esa unidad
indiscutible y a la vez mantener su individualidad?
—Busqué
diferenciar todos y cada uno de los arreglos. Trabajaron varios músicos. El
Guajiro Miranda hizo el de “Chiquilín de Bachín”, y Waldo Lavaut dos, también
formidables, con temas muy difíciles y menores, porque le tocó la muerte y
“Caserón de tejas”, pero quería lograr con él una visión de orquesta, mientras
que en el caso del Guajiro, necesitaba un arreglo más infantil, más coloquial.
Hay varios también de Arnulfo Guerra, que empiezan muchos con el bajo, sonido
que quise explotar en el disco, porque desde hace varios años, estoy
acompañándome con el bajo, no solo en los tangos, sino también en las canciones,
algo que le ha dado un toque muy personal a mis últimos trabajos. En un inicio
lo hice por experimentar en un par de temas, pero Ernán López-Nussa me sugirió
que aprovechara esa idea, porque daba un color diferente, que contrasta mucho
con mi voz. Y fui tomando en serio lo que por intuición estaba saliendo y ya
tenemos un repertorio bastante amplio a voz y bajo.
Ana
Lilian Báez hizo otro arreglo muy hermoso del tema de Eladia Blázquez, además
de compartir otros con Arnulfo y el Guajiro, y tocar las guitarras acústicas
con momentos magistrales. También hay un par de temas donde aparezco con el
Guajiro en arreglos que son prácticamente ilustrativos, no son grandes
orquestaciones, sino breves notas que se mueven retocando líneas melódicas,
como es el caso de “Vuelvo al sur” y “Maquillaje”, donde el bajo va haciendo un
ostinato mientras canto, y la
guitarra improvisa, y el celo hace notas largas respondiendo a la voz… Es muy
sencillo. Y hay otros dúos y tríos de creación con el Guajiro, Arnulfo y Waldo…
A mí me gusta mucho el trabajo en equipo porque recoge el estilo, la visión de
dos personas y al final se logra un equilibrio muy particular.
Otra es
la historia del tema más joven, “La niebla del tiempo”, que me fue propuesto
por su autor, Osvaldo Montes, colaborador especial del disco y un excelente
músico y compositor argentino, que hizo, por ejemplo, la música de la película
“El lado oscuro del corazón” de Eliseo Subiela. Osvaldo compuso ese tema para
el filme canadiense “Le ciel sur la tête”,[5]
pero el arreglo para mi disco fue realizado por Gustavo “Popi” Spatocco, un
extraordinario músico y pianista argentino, que durante años formó parte del
grupo acompañante de la inmensa Mercedes
Sosa.
En el
caso del bandoneón de Walter Ríos, un
gran instrumentista, de los grandes de Argentina, quien trabajó también muchos
años con Mercedes Sosa, que tocó con Piazzolla, y en el del maestro Jorge Chicoy, el gran guitarrista nuestro, la
aparición de ambos es improvisando, no se les escribieron partituras, solo les
mandamos las armonías y ellos tocaron encima, lo que reclamó después un trabajo
de mezcla muy cuidadoso, para lograr, por ejemplo, el diálogo entre el cello y
el bandoneón: entre Liuba y Argentina.
—En tus discos, igual que en tus
conciertos, siempre te ha gustado tener invitados. Además de Walter Ríos y
Jorge Chicoy, otros dos intérpretes excepcionales nos sorprenden en “Naranjo en
flor”: Broselianda
Hernández y Santiago
Feliú.
—Había
tenido dos experiencias fantásticas con cada uno de ellos y no quería que esa
magia que viví en los conciertos se perdiera. Quería llegar al disco con ese
hechizo, no ir a la limpieza exagerada, premeditada… Con Santiago, hacer lo que
hicimos en Casa de las Américas, cantar de momentos por octavas, hacer voces,
robarme un línea él, de pronto robarle otra yo, que sonara informal, y estoy
muy feliz por el resultado. Y así fue también con Broselianda. En primer lugar,
yo soy una admiradora de ambos, de Santiaguito y de Brose, una de las actrices
más importantes de la televisión, el teatro y el cine cubanos, una mujer que ha
marcado historia. Lo primero que voy a halagar en ella es que aceptó estar en
el concierto “Puertas” sin haber sido la primera persona que invité, y tuvo la
humildad de ir supliendo a otra artista, lo que la engrandeció muchísimo más,
algo que parecía imposible, ante mí y ante el público. Y fue una suerte, porque
con ninguna otra actriz hubiera logrado ese diálogo, esa complicidad en la
escena, esa atmósfera… Las dos estábamos pasando por un momento muy difícil, y
Broselianda, que es muy honesta humana y artísticamente, llevó ese
desgarramiento al escenario. En realidad, no actuamos, nos confesamos lo que
nos pasaba, solo que con melodía y con letra de un tango, y eso fue fantástico.
Entonces quise llevar eso al estudio, pero llevarlo así. Fíjate que no
ensayamos ni nada. Se hicieron dos tomas, y en esa dos tomas únicas, salió lo
que está en el disco. Y lo hicimos a la vez, cantando simultáneamente una
frente a la otra. Una experiencia única.
—Liuba, si hay algo que
caracteriza a este CD, es la exquisitez de su diseño, el cuidado de su
concepción, el detalle, la armonía, que a mi juicio, no solo capta sino que
deviene también lenguaje del tango que arropa.
—Cuando
un diseño logra reflejar lo que hay dentro musicalmente, ya hay un
comprometimiento estético general logrado, una puerta abierta por donde sale
todo, sonido, imagen… Y creo que en este disco se logra esa complicidad. Y de
eso me habló Fina
García Marruz que cuando le regalé el disco, me dijo: “El librito es tan
hermoso porque tienes una mirada de mujer inteligente que no tiene edad…”. ¡Una
cosa bella! El disco tiene lo sobrio y a la vez lo atrevido, tiene el desenfado
del tango, tiene un blanco y negro, y una especie de sepia que te remite al
pasado, pero a la vez un rojo que puede estar en los labios, en una prenda que
tengas en la ropa, en un tacón, porque el tango también es sensualidad, es
intimidad, es desgarradura, es sangre… La idea era hacer algo que fuera
prácticamente un libro, algo más que un disco, un gran libro que flotara con el
tiempo, ¿no?, y creo que se logró. Las fotos son de un gran artista canario, José Novelle y el diseño de Iris
Fundora, quien propuso el lenguaje, la idea de recordar los discos de
vinilo… También están las fotos de estudio, de la grabación del disco, que
fueron tomadas por Olivia Prendes.
Y se
utilizaron además otras de archivo, que remiten al pasado, donde aparezco
trabajando con personas que cantaron tangos, que fueron soñadores con el tango,
y son ahora parte de la magia de este disco… De hecho, ahí comienza la historia
del diseño y después se va desarrollando por canción…
Creo que
en la sencillez, porque es un diseño realmente sencillo, es donde está la
grandeza de la que habla todo el mundo. Este diseño fabuloso es una invitación
a escuchar el disco, como ocurrió con el disco “Puertas”.
Realmente
soy afortunada porque he podido trabajar siempre con personas muy talentosas.
Todos mis discos han tenido, en su estilo, en su momento, personas que lo han
levantado, que le han puesto su magia interpretando mi música a su manera, y lo
han hecho muy bien. Estoy muy agradecida con todos mis diseñadores, con todos
los que han tenido la gentileza de trabajar conmigo.
—En el concierto que el 1ro
de septiembre repletó el Teatro Mella, también nos sorprendiste con varios
invitados: la excelente guitarrista y concertista Rosa Matos, que regaló a los
asistentes su versión de “Adiós Nonino”, de Piazzolla; el actor Osvaldo
Doimeadiós, que recién acababa de recibir el Premio Nacional de Humor, y que no
solo dirigió el espectáculo sino que compartió contigo “Balada para un loco”,
de Ferrer y Piazzolla, con todo su conocido magisterio; Broselianda Hernández,
magistral nuevamente en “Los mareados”, que hizo estremecer al auditorio que a
su vez le reservó una de las ovaciones más intensas de la noche; y finalmente,
uno muy especial, el maestro Juanito Espinosa,
una leyenda del piano en nuestro país.
—El
maestro Juanito Espinosa fue un invitado muy especial para mí, porque le debo
mucho en mi carrera. Fui su alumna en los niveles elemental y medio, y Juanito,
además de ser una gran persona, es uno de los grandes pianistas y repertoristas
cubanos con los que tuve la dicha de formarme y formar un concepto de trabajo.
Y fui bendecida por él. En una ocasión, en la escuela, me dijo que le había
gustado mi interpretación de “Estrellita del sur” y que yo debía montar más
cosas latinoamericanas. Le respondí que a mí lo que más me gustaba era el
tango, y me dijo entonces: “Muchacha, pero si tu voz está hecha para el tango.
Vamos a cantar, ¿cuál te sabes?”, y no me acuerdo ni cuál le dije, pero ahí
mismo me acompañó y llamó a varios profesores para que me escucharan.
Juanito
me dio una señal que no sé explicar. Yo cantaba tangos pero era un acto
inconsciente, y su aliento, su certeza, me condujeron a cantarlos no ya en la Escuela de música, sino en
el teatro, en los espectáculos del Conjunto Artístico de la FAR al que pertenecía entonces
y donde predominaban el rock, el pop…, y hacerlo cuando apenas tenía veinte
años.
Es
verdad que siempre he cantado lo que he querido. He cantado guajiras,
habaneras, tangos…, todo lo que no ha estado de moda, pero todo relacionado con
la raíz, con el alma, con los verdaderos sentimientos. Y al maestro Juanito
Espinosa le debo la osadía de poderme parar en cualquier escenario, siendo tan
joven, y cantar tangos.
Y con
Juanito Espinosa, a través de él, por ese espíritu que hay su corazón, quise
que pasara el homenaje a toda la gente que en Cuba ha defendido el tango, a los
que ya no están y a los que lo siguen cantando todavía.
—En varias entrevistas te has
referido a que el 2011 fue el año en que los nudos se desataron. Pero fue
también el año donde desplegaste una capacidad de trabajo increíble, porque
casi coincidieron las grabaciones del disco de Teresita Fernández y “Naranjo en
flor”. Y nada tienen que ver el espíritu de las canciones para niños de
Teresita Fernández con este disco de tangos. ¿Cómo pudiste hacer ambos en tan
corto tiempo?
—Bueno,
el disco con Teresita fue un disco planificado, soñado, entre las dos. Cuando
nos sentamos en su casa hace unos seis años a decidir canciones, yo le decía:
“Te voy a decir algunas de las que a Ada le gustaban más, algunas de las que me
gustan más a mí”. Por ejemplo, “Vicaria” es una de las preferidas de Ada, “Tía
Jutía” es una de mis preferidas, hay otras que seleccionó Teresita. Lo que
hicimos fue crear un repertorio que guardé como un tesoro, con el sueño de
poder grabar ese disco. Primero iba a ser un DC, luego un DVD y nada, al final
no se hacía, y fue pasando el tiempo. Pero esa música la tengo dentro, y cuando
tú tienes dentro una cosa así, con mucha honestidad te sale. Tenía algo a
favor: tengo un ángel cercano que se ha dedicado a abrazar la música mía, la de
Teresita y la de Ada, el Guajiro Miranda. Ese ángel fue quien hizo los arreglos
magistrales del disco de Teresita Fernández, porque lo puedo decir así, son
arreglos magistrales, es la profundidad de lo sencillo, la palabra precisa, la
madurez, la agudeza de un artista, el atrevimiento que siempre lo caracteriza.
Por eso salió. Las canciones estaban dentro de mí. Era solo disfrutar, entrar
al estudio solo a disfrutar.
Cuando
terminé el de Teresita solo pedí un tiempo para descansar y luego hacer la
mezcla. Eso fue en noviembre y en diciembre entré a grabar el disco de tangos y
seguí mezclándolo sin parar. Fue por eso que pude, porque además tenía la
tranquilidad de que eran dos cosas muy fuertes, potentes, profundas y, por
suerte, muy diferentes. Yo me rendí ante los arreglos del disco de tangos, así
como ante los arreglos de las canciones de Teresita.
Y es
como único se puede explicar que pudiera hacer estos dos trabajos además del
disco de José
María, que bueno, aunque fue en vivo, en los estudios hemos hecho limpieza,
hemos revisado. Los tres son trabajos tan diferentes, tan familiares, tan de mi
casa, de mi mar, de mi calle, de mi espacio, de mi pensamiento, de mis
silencios…, que fue vivir en ellos digamos que de manera formal en un tiempo
particular.
“Liuba
canta a Teresita” se llama el disco de Tere, un título elegido por ella desde
el principio. Y el de José María se llama “Se dice cubano”, como la gira, que
es un texto fabuloso de Martí. Y tiene a
Cintio, y a Fina,
tiene dos canciones mías, “Si me falta tu sonrisa” y un bonus track de un trabajo que hicimos
con “Ausencia”, un arreglo precioso que él me hizo para “Anatomía de La Habana”; pero hay además
textos de Silvia Rodríguez, del propio José María, de Gabriela Mistral, de Sor
Juana Inés de la Cruz…
Es un disco muy colorido que disfruto mucho, con canciones maravillosas, con
poemas que me han hecho mucho bien y también mucho mal, cosa que agradezco
porque hasta eso hay que agradecerle a la poesía.
Naranjo en flor
Sus tangos:
Vuelvo
al sur (Texto: Fernando
‘Pino’ solanas; Música: Astor Piazzolla; Arreglo: Liuba María Hevia / Guajiro
Miranda)
El
cuarenta y cinco
(Texto y música: María Elena Walsh; Arreglo: Guajiro Miranda / Arnulfo Guerra)
El último café (Texto: Cátulo Castillo; Música:
Héctor Stamponi; Arreglo: Improvisación colectiva)
La
niebla del tiempo
(Texto y música: Osvaldo Montes; Arreglo: Gustavo ‘Papi’ Spatacco)
Malena (Texto: Homero Manzi; Música: Lucio Demare;
Arreglo: Arnulfo Guerra)
Sus
ojos se cerraron
(Texto: Alfredo Lepera; Música: Carlos Gardel; Arreglo: Waldo Lavaut)
Chiquilín de Bachín (Texto: Horacio Ferrer; Música:
Astor Piazzolla; Arreglo: Guajiro Miranda)
Volver (Texto: Alfredo Lepera; Música: Carlos Gardel;
Arreglo: Guajiro Miranda / Arnulfo Guerra)
Cambalache (Texto y música: Enrique Santos Discépolo;
Arreglo: Guajiro Miranda / Ana Liliam Báez / Arnulfo Guerra)
A un
semejante (Texto y música:
Eladia Blázquez; Arreglo: Ana Liliam Báez)
Maquillaje (Texto: Homero Expósito; Música: Virgilio
Expósito; Arreglo: Liuba María Hevia / Guajiro Miranda)
Los
mareados (Texto: Enrique
Cadícamo; Música: Juan Carlos Cobián; Arreglo: Arnulfo Guerra)
Caserón
de tejas (Texto: Cátulo
Castillo; Música: Sebastián Piana; Arreglo: Waldo Lavaut)
Como
dos extraños
(Texto: José María Contursi; Música: Pedro Laurenz; Arreglo: Arnulfo Guerra)
El día que me quieras (Texto: Alfredo Lepera; Música:
Carlos Gardel; Arreglo: Waldo Lavaut / Arnulfo Guerra / Guajiro Miranda)
Naranjo
en flor (Texto: Homero
Expósito; Música: Virgilio Expósito; Arreglo: Guajiro Miranda / Arnulfo Guerra)
Guitarra: Ana
Liliam Báez / Guajiro Miranda
Piano: Waldo Lavaut
Bajo: Arnulfo Guerra
Batería: Pablo José Ordas
Percusión menor: Alexis
Torrado
Con la colaboración especial
de: Osvaldo Montes
Invitados Especiales: Walter Ríos: Bandoneón /
Jorge Chicoy: Guitarra / Alejandro Rodríguez: Cello / Ariel Sarduy: Violín
Actriz Broselianda Hernández
(Los mareados) / Trovador Santiago
Feliú (El día que me quieras)
Idea Original, Selección y Dirección General:
Liuba María Hevia
Producción musical: Liuba María Hevia / Arnulfo
José Guerra
Asistente de producción: Carla Ferret
Diseño gráfico: Iris Fundora
Fotografía: José Novelle
Fotografía en el estudio: Olivia Prendes
Corrección de textos e investigación: Olga María
Gutiérrez / Olga Lidia Pérez
Revisión de textos en las puestas de voces:
Ernesto Courí
Grabación: Orestes Águila / Rebeca Alderete
Asistente de grabación: Onel Cuellar
Mezcla: Orestes Águila
Masterización: Víctor Cicard
Dirección General: Magda Resik
Aguirre
Coordinadora general por La Ceiba: Alina Llerena Rosell
Relaciones Públicas: Yalena
Gispert de la Osa
Impresión: Escandón
Impresores. Sevilla. España
Los ingresos provenientes de la venta de este CD
serán destinarás a la rehabilitación integral del Centro Histórico de La Habana. Este producto
se distribuye bajo Licencia de la
ACDAM.
Asistencia legal a las producciones discográficas
La Ceiba a
cargo de Consultores y Abogados Internacionales.
Producido por: Habana Radio, Emisora de la
Oficina del Historiador de la Ciudad de La Habana.
[2] Félix Contreras, en “Cuando tú tienes cuatro ideas en tu cabecita ya
no te sientes solo”. Entrevista a Félix Contreras por Olga Lidia Pérez. El Caimán
Barbudo, Edición No. 358, julio de 2010
[3] José Antonio Pérez Miranda, el Guajiro Miranda, guitarrista,
compositor, lutier y arreglista cubano.
[4] Versos pertenecientes al tango “Maquillaje”, con texto de Homero
Expósito y música de Virgilio Expósito.
[5] Filme canadiense de 2001, dirigido por André Melançon.